sábado, 16 de abril de 2011

Ecos de los cuentos Clásicos. Primera parte

(Estas historias no son, para nada, como los finales felices con dulces perdices que conocemos. Al contrario, nos induce en un círculo de afinidad oscura, desesperación y espero que terror. Bienvenidos a la pesadilla de Tale)

Primera parte.

Supongo que los erase una vez han marchitado. Las tornas cambiaron con el mal que hizo el hombre no solo sobre la tierra, sino sobre los relatos. Las hojas, las impresiones y letras. Ahora todo es un infierno cuya historia no quedará atrás.
¿Recordáis aquellos cuentos en los que nos sentíamos parte de su mundo, riendo o llorando con los finales de ensueño? El miedo inocuo a lo irrealizable, ahogado antaño en hojas de un ligerísimo tomo. La sensación infantil, de antigua felicidad. Todo eran simples recuerdos vacíos, en un alma muerta.
Y de esta preocupación, basada es, el cuento de hadas que vamos a relatar.
Allá en el mundo de papel, un espeso bosque bañado por el crepúsculo era testigo de los vivaces pasos. Los graznidos de los cuervos auguraban amargas llamadas a la soberana oscuridad. Cruzó la grisácea avenida arbórea para ser engullido por otra, mayor y completamente, hasta no dejar más rastro que las huellas de sus pies. Salido de ella, localizó un rellano con una casa de piedra húmeda y madera vieja. Las ventanas rotas, llamaban mil lamentos a la aflicción. Todo seguía permaneciendo en el mismo entorno, triste y cenizo. Un jardín esbeltamente muerto pero atractivo le invitaba idílicamente a entrar. Ascendió el trecho que le separaba de la puerta y la empujó, cediendo la susodicha crepitando como los árboles que chillaban silenciosamente a su derredor. El hogar, olvidado por la desesperanza y el tiempo, albergaba en sus entrañas y en el centro de un desorden, un volumen. Pisando cristales y cerámica rota, se aproximó y lo tomó entre sus manos. Desempolvando la cubierta descubrió su título. ''Ecos de los cuentos clásicos''. Examinó su contenido; Las hojas estaban deterioradas y marcadas de ilustraciones bastante familiares. Pero podía leerse. Delante suya había un espejo de pared, afectado por la misma crisis que la casa, cubierto de mugre. Pero sobre él podía reflejarse a sí mismo junto al libro. Al Tale que había en él, sobre la inmensidad. No le apetecía permanecer mucho más en la estancia arcaica, así que con una curiosidad escalofriante abrió el libro, y sin tomar cuenta, a su alrededor se redibujó un paraje diferente de la misma tenuedad.

''Capítulo 1. Hansel y Gretel''
Ya metido en la lectura, y siguiendo inconscientemente las nuevas tierras, escuchó gritos. Alzó la vista admirándolo todo, conducido por la señal. Lo más destacable fue una casa de caramelo y dulces que parecía llamar la atención incesantemente. La gula le pudo esta vez, y justo cuando iba a llamar a la puerta, le abrió una anciana de rostro perverso, boca cosida y único ojo igual, que le invitó a pasar. Recordaba a la típica bruja, literalmente. En el interior, el horror no hizo más que tornar a lo cierto, al contemplar un banquete fúnebre y pútrido de dulces, junto con carnes mohosas. Todo resultaba irresistible al paladar pese a la apariencia vomitiva. Ignorando los desgarradores sollozos que sonaban de nuevo, Tale empezó a engullir. Engullir y engullir. La bruja, ejerciendo como sirvienta, marchó a otra sala contigua. Tale agudizó sus oídos algo más. ''Ayuda'', se imploraban los berridos. Tras una puerta de chocolate las voces venían, mortales y una vez más, la curiosidad de Tale le impulsó a otra desagradable visión, tras ese umbral. Encadenados al techo, dos jóvenes obesos de ojos negros en su totalidad y aspecto macabro lloraban por el desgarramiento de muñecas y por trozos de piel que se desprendían de ellos. Encima de sus cabezas, sobre unas placas de madera, se grababan escritos: Hânser, Gretêr.

Al ver a Tale, la chica señaló con el pié a un dilatado caldero hirviente junto a una chimenea de la que emanaban brasas. Inútilmente intentaron liberarse, a lo que Tale tomó unas pinzas a pie de fuego e incandescentes para abrir las ataduras de cuerda, pero presta vino la bruja a desbaratar sus planes, soltar a la chica Gretel del techo y lanzarla sobre el caldero. Que desbordó con ella dentro, y una aguda seña marcó su muerte. No tardaron en descubrir que Hansel y él serían pasto de cena de la bruja. Tale, inmóvil por la conmoción, no notó a la bruja acercándose y blandiendo un cuchillo. Se lanzó sobre él, que esquivó y desgraciadamente acabó atravesando al llamado Hansel, despidiendo más alaridos y borbotones de sangre. Tale, rápido de reflejos, tomó las fogosas pinzasy las introdujo en el ojo aun no ciego de la bruja, cual sangró y abrió de sus ataduras antes de caer, torpe, al fuego y arder como el aceite de candil. La habitación de dulce se derritió e incluso se incendió rápida por la presión cercana. Tale por instinto huyó del aún vivo Hansel que perjuraba contra su persona por abandonarle a la par que sentía sus huesos descolocarse.

Ciertamente, todo sucedió muy rápido. Tale logró escapar y ver desde la colina más próxima arder la casa y escuchar aún llantos, seguramente de su recuerdo, pues lo único que se llevó de todo ello era un susto de muerte y un sudor frío, temor inclusive. Apartó la mirada para no seguir sintiéndose culpable de no haber salvado una vida, y leyó el siguiente párrafo del capítulo dos.

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