viernes, 24 de junio de 2011

Una de las antiguas

Como propiamente digo, esta es una antigua publicación mía. En tiempos de malestar y dudas, fue el resultado de mi pobre inspiración. Así se titulaba, Cuentos de un Corazón Quebrado.



Sus ojos se entornaron y sus pulmones se abrieron. Poco a poco, iba abandonando la fuerza y a través de la salpicadura se podía entrever en el rostro una sonrisa antes de caer, inerte al asfalto.
Quizás no sea un final feliz, pero es la conclusión, la idea de vida de Tim.
                          Y querría que os relatase su historia. De eso, estoy seguro.

La tarde se dejaba caer como las hojas de otoño. Tim caminaba hacia ‘’casa’’, recurriendo a imaginar para distraer su tiempo. Vivía en un orfanato desde que tenía memoria. Era soñador, pese a su falta de amigos y familia. No echaba en falta estos, porque carecía de corazón. Pasaba las horas tumbado en la cama, mirando al techo. No entendía por qué los demás niños lloraban. No tenía cabida en  él por qué reían, o cabizbajos aceptaban las regañinas. Solo se limitaba a vivir, lo cual también le resultaba raro. Entre tanto vacío llegó a los doce años. No contaba con nadie. Todos sentían desprecio por él. Deprimido, un día decidió salir a la calle. Quería buscar su razón. Entre avenidas y aceras vio a un hombre enchaquetado. Se acercó tímido y preguntó:
-Señor, ¿Sabría decirme quién soy?-Indagó curioso.
Pareció molestarse. Entre murmullos se marchó.
‘’-Malditos vagabundos…’’-Arremetió el hombre, mirando de espaldas al chico mientras se alejaba.
Tim no sabía que decir. Sólo sentía… Ensancharse más ese hueco. Desvariando sobre el significado de las palabras, regresó a su tenue cuarto en aquél decrépito orfanato.
En otra contada ocasión, su inquietud le animó a intentarlo de nuevo. Impasible, retrocedió al enfrentarse al sol, que relucía casi muerto. Todo parecía pudrirse a sus pasos. Sólo resaltó a lo lejos una mancha borrosa, que formó a posteriori, un anciano. Aparentaba distante, como él. Este le vio llegar y roncamente anunció:
-¿Quieres algo…?
El cielo calló, como si fuese el propio Tim.
-¿Por qué existo…? ¿Qué hago aquí?
El anciano, aprensivo y antiguo como el mundo, declaró:
-No sé por qué existimos, chico. Yo ya nací muerto. Toda mi vida lamentándome y ahora, me arrepiento de los años que pasé olvidado. Solo me queda ser marioneta al son de la muerte.
Tim casi quería llorar. Se fue en silencio, dejando al mártir de la vida cumplir su lapso restante y morir, días después.
Los meses se sucedieron ardiendo un verdadero infierno.
Enfermó a causa del dolor que le provocaba la duda… Ansias y fiebre durante semanas… Y una tregua donde solo sabía respirar y moverse. Sabía que era inútil, pero contradiciendo a sus cuidadores buscó irremisiblemente de nuevo su existencia, en vano. De semejante forma sufría al regresar que se dejó caer de bruces y empezó a toser deliberadamente justo delante del orfanato, que ardía cada vez más lejos del apacible lugar que era, de forma inexplicable. Completamente exhausto, traumatizado y delirante, gritó mientras las sirenas alertaban el siniestro.

Despertó en un sobresalto. Tenía la cara húmeda y las manos sudorosas. No necesitó demasiado tiempo para girarse y contemplar atónito las cenizas y los servicios de ayuda en colaboración. Antes de que reparasen en él, iba a marcharse pero, mala fue su desdicha, que escuchó:
-¿Necesitas ayuda? Todo ya está bajo control. Lo siento. Te podemos llevar a…
-¡No! ¡Dejadme en paz! No sabéis… ¡No sé quien soy!
Entre frágiles latidos, corrió fuera de las garras de aquellos nómadas. No sabía hacia dónde iba… Tampoco le importaba.
Dos años más hicieron mella en él. Su alma se fue adaptando a sufrir, cada vez más lejos de querer vivir. Llegó el día que, dejándose vencer, quiso suicidarse.
Apesadumbrado, llegó a un puente de la localidad, donde el río estaba seco. Sería rápido y sencillo. Cerró los ojos antes de saltar, pero alguien frustró el intento.
-¿A dónde vas? El río está seco… Puedes hacerte daño.
A sus espaldas aguardaba un chico menor que él, recubierto por larguísimas ropas grises. Parecía sosegado.
-Eso pretendo. Acabar ya-Dijo.
El chico parecía tener una duda. De nuevo Habló:
-Te echarán de menos.
No…No. Solo soy un chicle en el zapato. Créeme, es necesario.
-¿Por qué quieres perecer? ¿No sabes por qué duele… la soledad?
Como si le hubiesen dado una patada en el estómago, retrocedió y miró al individuo en cuestión
¿Qué… Es decir, cómo sabes..?
-Porque perdí a mi familia. Estuve buscando al asesino que quiso verme herido. Me escapé. No entendía por qué… Ahora, hablando contigo, espero poder crear la respuesta.
Tim calmó sus ansias. Disipado el miedo en sus ojos, quiso hacerse entender.
-¿Por qué sufro…Y no siento? ¿Por qué existimos?...
-Careces, carecemos de lazos. Los míos yacen deshilachados. Todas las vidas necesitan una razón de existencia. Nosotros… Somos parecidos. Nos falta existir.
>>¿Vienes conmigo? Soy Genj, y busco el camino de la felicidad.
Extendió la mano como pregunta, y la respuesta fue tomarla.
Dios sabe qué tiempo pasaron juntos. De ciudad en ciudad, en cada rincón buscaban ser, mas el vacío se iba estrechando con el otro. Fue naciendo un símbolo entre los dos, según buscaban.
Supongo que no podría contestar por Tim. Pero quizás ese fuera el mejor día. Para ver quién era… Y como se comprendían.
La noche llamaba a un polar cielo estrellado. Ambos vagaban por las afueras de alguna urbe. Hablaban, con cierto aire divertido. Parecían haber olvidado su pena.
-Sabes, Tim-Habló Genj, entrecerrando los ojos-, este periodo me ha hecho ver lo necesitado que estaba de alguien
-Entonces-Tras el letargo repitió Tim, como la primera vez, sonriente-,¿Quiénes somos? ¿Por qué sufrimos?
-Somos…Porque tenemos un camino. Sufrimos porque no es fácil vivirlo y…No…No siempre es el acertado-Genj lloraba amargamente, aunque impetuoso precedió-Puede…Que nuestro camino sea conocer la raíz del sufrir.
-Ahora podemos reír. Podemos ver otra realidad. Empezamos a abrir los ojos pero, ¿Quién mierda sabe eso? Quiero crecer con la gente. ¿Por eso nos complementamos? Puede ser. Si no sufrimos… No seríamos felices, eh. No tendríamos por lo que luchar. Tsk, solo soy un incauto idiota. Qué sabré, si aún me queda la experiencia del sufrir..
Descendieron por la avenida, caso omiso al tránsito. Genj abrió la boca en señal de respuesta, pero calló un par de veces, y luego miró fijamente a Tim.
-Gracias, Tim. Te encontré moribundo y mírame. Ahora me toca padecer a mí.
Enfocando a Genj vio detrás  una luz cegadora. Como reacción, le apartó del foco, y este miró al caer, a salvo, a Tim. Mal fue el momento que era tarde.
El impacto fue muy violento, ocasionando graves daños en la complexión de Tim. Luego, todo se volvió borroso. Zarandeos y susurros le llegaban débilmente. Sólo su corazón sonaba, cada vez menos.
-A ti gracias, Genj…Ya tengo mi razón…Vi-vivo…Sufro, aunque feliz…Porque puedes seguir vivo. Esa, e…es mi razón…
Todo acabó con su muerte. De forma digna, cómo y por lo que más quería: Siendo un chicle en el zapato, aunque apreciado por alguien.


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