Allende del tiempo permanecía callando el silencio un chico cuyas lágrimas eran de fuego. Progenitor de la guerra y la existencia, moraba las más oscuras cavernas. Siempre contemplaba el atardecer, y compadecía llorando las miradas que nunca más lo harían. Fugitivo de la ciudad, donde el cielo sangraba y la tierra afrontaba la condena en un infinito de modo que nunca se unirían. Allí gastaban las horas, en el acantilado de la soledad, conteniendo toda sed de vida y creando un paraíso cual suya se regocijaba el mar como un bebé que no comprende. La eternidad se difuminó y dictaminó una ley para morir. Imaginando el Edén que se profetizó, con sus padres estrechándole como uno solo.
Y uno que era, en todo lugar feliz e inquieto.
No llegará la salvación,pues. Quédamos preguntarles a obsoletos ancianos su abstracto punto de vista de lo que fue la vida. Ahora hervimos cólera, gritando en viejas catacumbas a falsos héroes por qué nos dieron semejante ponzoñosa existencia.
Espero, no en vano, a la conciencia. Antever qué haremos y hacemos, sin corroer aun más la cadena llamada ''destino''.
Cuando la víspera y la bienaventuranza aparezcan, dejará y secará las humeantes llamas que llaman a nuestro corazón.
N.W., 10-11-10
No hay comentarios:
Publicar un comentario